El pasado 24 de junio llegó al puerto de Vigo un barco llamado La Montaña que había zarpado dos meses antes desde el puerto mexicano de la Isla Mujeres para hacer el camino inverso al que los conquistadores europeos hicieron hace cinco siglos. El grupo de cuatro mujeres, dos hombres y una persona transgénero que viajaba en él va a comenzar estos meses un periplo lleno de simbolismo que les llevará por varias ciudades y pueblos de toda Europa y al que se unirán muchos otros zapatistas que están llegando a Europa estos días. Uno de los platos fuertes tendrá lugar en el Encuentro Europeo de Luchas que se celebrará en Madrid el 13 de agosto, cuando se cumplirán, exactamente, 500 años de la entrada del conquistador Hernán Cortés en la ciudad de Tenochtitlan.
Hace 500 la conquista española de América comenzó a borrar los cultos a la naturaleza y las tradiciones comunitarias de los pueblos precolombinos con la Biblia en una mano y la espada en la otra. También en ese año, 1521, el emperador Carlos V aplastó la rebelión de las comunidades castellanas, destruyendo las tradiciones comunales que quedaban en su propia casa. El Impero se impuso a las comunidades campesinas, tanto a un lado como a otro del Atlántico.
Los mismos símbolos imperiales de la Biblia y la espada han seguido resonando hasta nuestros días. Cuando Jeanine Añez, por ejemplo, se autoproclamó presidenta de Bolivia salía en las televisiones con la biblia y el ejército “bendecido por Jesús” defendiendo la hispanidad católica del “ataque” de los cultos paganos indígenas. También la ultraderecha española ha sacado en los últimos años un discurso que habla del imperio, el ejército y un visceral odio a todo lo que huele a ecología. La biblia y el ejército contra el “paganismo pachamamista”, el mismo discurso a un lado y otro del Atlántico.
La historia nos ha mostrado ya muy bien que detrás de esta defensa de la Biblia no suele haber nada de espiritualidad o caridad evangélica, lo que hay es la tentación del “poder terrenal”, a la que tan aficionada ha sido la Iglesia Católica. Y también sabemos que no es la cultura hispana lo que está en peligro debido al auge de esas “supersticiones pachamamistas”, sino la extracción del oro, la plata, la soja y el litio de América. El amor a la tierra (con cultos pachamamismas o sin ellos) y las comunidades campesinas siempre han estorbado al extractivismo.
Como habitante de esta sufrida meseta castellana, hija, nieta y tataranieta de españoles hasta donde recuerda la memoria (una pobreza genética habitual en estas tierras vaciadas) hay algo que me indigna de todo ese discurso: que siempre estén usando la cultura hispana para justificar sus intereses y sus negocios. Y digo sus, y no mis, porque casi siempre que se invoca el imperio español se hace para defender los intereses de unos pocos, muy pocos.
El español fue un imperio curioso, capaz de explotar tanto a sus propios campesinos como a los nativos americanos. Se levantó casi tanto a base de despojar a las comunidades mayas o andinas como a base de domesticar al campesinado castellano, andaluz o gallego. Por eso no es extraño que tenga férreos detractores entre los españoles, aunque eso haya escandalizado tanto siempre a la derecha hispana.
Y tampoco es extraño que la sociedad castellana, cuando ha querido despertar del profundo estancamiento en el que lleva siglos sumida, haya acudido al símbolo de los Comuneros derrotados en 1521, cuando las tradiciones comunitarias fueron sacrificadas para que el Imperio pudiera alimentar sus ejércitos y construir sus barcos y sus catedrales…a un lado y otro del Atlántico.
Por eso me gustaría transmitir a las compañeras y compañeros zapatistas que en estos meses están realizando el viaje inverso del Imperio mi más rotundo apoyo a su iniciativa y mi firme repudio hacia las terribles herencias que la conquista española dejó en sus naciones. Y ello no lo hago únicamente por solidaridad o altruismo sino por la conciencia de que los imperios no son deseables. Si algo ha dejado claro la historia de Castilla es que los imperios no sólo dejan terribles herencias a los pueblos conquistados, también dejan muy magros beneficios y mucha opresión a los pueblos de los que salen los conquistadores
Pero me gustaría hacerlo sin recriminaciones ni arrepentimientos, porque creo que hemos abusado mucho del sentimiento de culpa a la hora de juzgar el imperio español y eso sólo ha servido para atarnos en la rueda eterna de la soberbia herida. Es preciso reconocer que el imperio español nos ha dejado un legado cultural tan valioso como el de cualquier otro imperio humano, incluidos los americanos. Pero ello no impide que rechacemos rotundamente otras herencias, como el racismo que ha arrinconado durante siglos la cultura, la espiritualidad y la lengua de los pueblos originarios de América o las oligarquías terratenientes herederas directas del colonialismo.
Tenemos la fortuna de que los pueblos americanos hayan sido capaces de responder al colonialismo europeo con una inmensa dignidad que les permite acercase a Europa 500 años después armados sólo con la palabra y defendiendo la vida. Esperemos que esta dignidad sea una semilla que permita sanar las Pachamamas y las comunidades tanto americanas como europeas de todos los ataques sufridos por los Imperios. Porque si algo ha quedado claro este siglo es que necesitamos muchas más Pachamamas que Imperios, tanto a un lado como a otro del Atlántico.
– Habas contadas Read Morerl]